Las mujeres: ¿por qué son unas diosas? | La Nota Latina

Las mujeres: ¿por qué son unas diosas?

 

Tras decenas de años trabajando con mujeres, si hay algo que puedo afirmar con total certeza, es que todas somos diosas. La mujer es un ser mágico, místico, intuitivo, hermoso y fascinante. Todas por naturaleza poseemos, en una u otra medida, los tres rasgos que nos hacen una deidad, a saber: liderazgo, apariencia femenina y carisma.

El liderazgo es lo que nos permite dirigir la crianza de los hijos o asumir la carga familiar completamente, cuando hace falta. La apariencia femenina, proyectada hacia el exterior en mayor o menor caso, es algo perceptible sólo por el hecho de ser mujer y el carisma, presente en cualquiera de sus polaridades: o es agradable o es desagradable (a los demás).

mujer diosa
Muchas mujeres no dejan espacio para asumir su sexualidad.

Es la mujer quién decide permitir o no que estas características afloren. Muchas no las reconocen en sí mismas, puede ser por problemas de autoestima o carencias afectivas. Otras no las consideran importantes para su desarrollo personal o profesional. Hay quienes ni siquiera saben de su existencia; mientras que para otras sus múltiples compromisos no dejan espacio para asumir su sexualidad. Algunas debido a nudos en el flujo energético presentan un desbalance entre sus energías masculina y femenina. En tanto abundan quienes creen que la femineidad podría jugar en su contra en un entorno laboral altamente competitivo, y blanden un exceso de energía masculina como la “carta del triunfo”.

Sea cual sea el caso, lo cierto es que sólo cuando la mujer se da cuenta que algo no está bien en su entorno (o está muy, muy, mal) es que decide lanzar una mirada introspectiva a su existencia, y el resultado suele ser sorprendente. Las razones por las que deciden contactarse con la divinidad que late dentro de ellas, suelen ser tan variadas como tipos de mujeres hay, pero la más común es: recurrentes problemas con su pareja, existente o no. Pasada, presente o futura.

Es entonces, cuando para iniciar, debe darse el permiso de activar su conexión con su diosa. Todo parte de una apertura, de la apertura de la energía amorosa. Desde el amor, la mujer se abre, se expande y todo su cuerpo comienza nuevamente a sentir. Su corazón y su útero se unen y ella se conecta con la energía de la tierra y la del cosmos. Y a partir de allí, va despertando su divinidad.

1- La diosa asume su liderazgo. Como ser creativo, generador, dador de vida, promotor de cambios, la mujer se conecta con su linaje ancestral para tomar la energía que necesita para conducir a otros hacia un bien superior. Reasume sus convicciones, recuperando su centro de poder. Revisa sus creencias autolimitantes y todo aquello que le haga peso decide sacarlo de su existencia. Sabe que la conexión con la felicidad es imperiosa y que la luz emanada de su ser, es un faro para los demás. La diosa elige amar antes que temer, y reconoce que el liderazgo no es una facultad exclusivamente masculina.

2- La diosa acepta amarse por sobre todas las cosas. Sabe que el amor por ella misma, le será devuelto en igual o mayor manera. Así que cultiva su auto amor, su auto respeto y su auto aceptación. Abraza su oscuridad y la asimila. Aprende a amar sus dudas, sus miedos y a ver sus errores como oportunidades de cambio. Acepta y ama cada milímetro de su cuerpo. Es gentil con ella misma y se trata con cuidado y devoción. La diosa cultiva su erotismo, al aceptar su naturaleza animal. Sabe cómo estimular la producción de feromonas, y las danzas ancestrales y la Yoga la mantienen flexible y graciosa. Conoce los ritmos de la naturaleza y adapta los suyos a su entorno. Cuida de su piel y su cabello con aceites vírgenes y se alimenta de las más deliciosas comidas. Sabe qué alimentos le convienen y qué sustancias evitar. Sabe cómo vestir sin cruzar la delicada línea que separa lo vulgar de lo sensual. Para ella sólo lo mejor. Esa felicidad interna, esa luz, se proyectan al exterior, resaltando su femineidad, magnética y atrayente. Su apariencia es la de una verdadera mujer, una diosa en todo su esplendor.

3- La diosa cuida su energía. Sabe cómo despertar su energía sexual y cómo manejarla para lograr aquello que desea. Está consciente de sí misma y responde a sus propios procesos introspectivos de auto regeneración y sanación constantes. Conoce los ritmos de la naturaleza y adapta los suyos a su entorno. Vive en el aquí y el ahora y está conectada profundamente con la vida. Su amor por lo que hace es notable y su entusiasmo contagioso. Se siente parte de todo y acepta que el todo es parte de ella. Esa conexión la hace simplemente irresistible. Su carisma fluye de manera natural y la hace carismática, influyente e inolvidable.

Aceptando la divinidad interna y conectándose con su espiritualidad, cualquier simple mortal puede llegar a convertirse en una diosa; esos poderosos seres que mediante el cultivo de su fuerza espiritual, trascienden la belleza física, convirtiéndose en la más pura manifestación alquímica de la femineidad y la magia. Tú puedes ser también una diosa, la decisión, está en tus manos.

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Lidia Nester
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