A Single Hour with la Ansiedad | La Nota Latina

A Single Hour with la Ansiedad

Los días se han consumido. A veces se quería entero o completamente estable para caminar sin correrle a sus fears. Los ruidos en la casa repleta de bocas le hacían palpitar. El oído se confundía con música. Las letras se mezclaban con la tinta del té de manzanilla. Trotaban los ojos hacia la ventanilla de cocina pequeña. Era un día de mayo, it was an ordinary day.

The airplane salía del JFK sonando solitario por los costados de Nueva York. La ciudad, tan vieja y rápida le causaba un silbido pésimo en las costillas, entre otros tantos minutos por la barriga, y a veces indagaba tan profundo que se le colaba en la cinta de la memoria. Por lo tanto recordó, y las luces que se veían callejeras y borrosas comenzaron a fusionar los colores. Neón, amarillo corriente, un movimiento, y un ombligo nocturno. Tuvo que pensar sin querer, y todos sus días recibieron a su etapa inicial, encorbatados y sofocándose pensando… pensando… analizando.

¡Qué maldita ansiedad!

¿Cómo es que uno se transporta sin querer? – se dijo en voz baja mientras se sacudía el polvo que le caía en su pijama. El frío del norte sacudió por la ventana su calma. Y él, panzón, tal como era, supo que ya no estaba en estas horas que conocía sino en otro tiempo, en otro día muy parecido a este que lo marcó al respirar y el color de sus labios subjetivos que ahora se han vuelto rosario. Su respirar había comenzado a reducir su ritmo y se había sentado en la silla con él. The family ignored his pain, y los desconocidos pensaron que estaba exagerando. Drama. Drama and nothing else.

Quiso hacerse cosquilla. Hacer una vuelta de maromas. Comer con la boca abierta. Bailar el perrito sin que nadie lo viera. Guiñarle los ojos a la cafetera. Brincar la tablita. Pintar su sombra con muecas. Bañarse con agua de lluvia. Verse en el espejo arropando sus defectos. Reírse porque sí. Todos estos sucesos le costaron trabajo. Deseo encontrar la paz -esa palabra tan diminuta pero tan culminante que había pedido en todos sus cumpleaños. Quiso reír aunque una tristeza esporádica estuviera dispuesta a hacerle llorar. El comercial en la tv le recordó la amargura que tenía que acomodar en su casa, and he still didn’t give up.

Buscó en la librería de cables un verso de un libro, recordó a Macondo y todas las generaciones que habían nacido en ese pueblo. Vio a Gabriel García Márquez saludarle con sus nubes de sombrero. Estaba tan lejos, y quiso empujarlo a su lado y preguntarle si la vida había sido menos cruda y pensada como un caldo de mal gusto. Pero sus manos no llegaron a tocarlo más que en sus textos y los maestros repitiendo el cuento del hombre que tenía las alas más grandes del mundo. ¿Y si tengo alas? ¿Podré volar fuera de Queens?

Pasó otro avión. Esta vez se le veía una cinta roja apoyando la barriga como concursante de belleza. Quizás fue una señal… tal vez el rojo era lo que necesitaba: un sentir para vivir. Pero recordó más, lo sintió sacudiendo su espalda, pensó que se convertía en piedra, se le cerraron los ojos de arena, el agua de la llave se desprecia sola cayendo con el ritmo del reloj, comenzó a sudar recuerdos, ese día, ese preciso día, él con la inocencia de un pájaro, dando, dando hasta que no sabía más qué dar hasta que se dio a sí mismo, y llegó ella, con la mentira en la cara, disimulando que ya sabía cómo ocultar la verdad tan obvia, besó sus labios a la espera de que lo envenenen con su humo, penetrando, rompiendo una y cada una de las promesas que le hizo a Dios, a él, a ellos.

Después de ese día nunca más ha conversado con la tranquilidad. Su corazón es un nido de miles de pájaros que buscan auxilio y sus pies, un país sin tierra donde quedarse a dormir. Así ha vivido desde entonces, con sus miedos, días, aviones cruzando, recuerdos y anécdotas espesas.

Ahora dicen que la ansiedad fue un invento de un loco o un mago en una ciudad gótica para no trabajar. Una enfermedad fabricada en los apartamentos in the Lower East Side. Le echaron la culpa a la víctima, lo escupieron, y lo llamaron cabeza dura y amargado. Everyone decided to ignore his heartbeats —unos que se descontinúan lentamente junto a los días y al ruido del avión cruzando con sus pies descalzos el cielo.

 

 

Fior E. Plasencia
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