Dificultad para leer las señales, poema de Eduardo Escalante | La Nota Latina

Dificultad para leer las señales, poema de Eduardo Escalante

Tantas razones para claudicar en la sociedad contemporánea, tanta ambigüedad, indiferencia, omisiones, incredulidad, ofuscación, desparpajo, irreverencias. Miles de señuelos leídos desde la negatividad. No obstante, la luz de la esperanza sigue encendida, es la luz del universo, aparece precisa cuando la necesitamos, y lo que en él vemos oscuro, no es falta de transparencia, sino que es desde donde siempre va surgiendo una gramática de colores y una sinfonía de sonidos que evolucionan hacia estados superiores de la realidad, van agotando los estados más primitivos. En algún momento despertamos al eco de ese estado superior, aunque son tantos los que siguen anclados en los subterráneos grises y húmedos donde habita la envidia, el individualismo. Este poema es una invitación a la “clausura del cementerio de las esperanzas enterradas”.

 

 Dificultad para leer las señales

 

Esperar la sorpresa del amanecer,

Tus ojos probablemente vean minerales,

Salvo que estén sumergidos en las brasas.

 

 

Justo cuando la noche se arrastra lentamente,

Debajo del nubarrón viajero

Una línea certera de visibilidad,

Tal vez un pequeño oasis

No disuelto por la lluvia.

He permanecido largo rato en la ventana,

Afuera no siempre desfilan líneas rectas,

Escucho el canto de los grillos en la oscuridad,

Siempre algo vivo en alguna parte

Por delgado que sea el trazo del lápiz

En el aire.

A base de hierbas, tus pensamientos

Sobreviven, en especial si has leído

el sabor de los antiguos linajes en la poesía

De los eruditos. Caminas, sigues existiendo,

Así tus pasos hayan vacilado o

Transitado por callejones traseros de

Agravio en las sombras de la ciudad.

No hay súplica por un suceso aleatorio y fugaz.

A través del ojo de la aguja, se enhebra el hilo naranja

Por la ruta empedrada que se ha tenido en

los brazos y amado. Por encima de las casas cercadas,

se dibuja la luz que golpea el primer o

último acorde, tiemblan las hojas.

Sostiene lo que más pueda, clausura el cementerio de

Las esperanzas enterradas. El buen sí mismo cruzará

la línea invisible, lejos de la duda.

 


 

Eduardo Escalante
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