Milagros literarios | La Nota Latina

Milagros literarios

Fue un obsequio conocer a otras mujeres escritoras radicadas en el norte de mi país, Chile, traerme sus libros como tesoros en mi maleta, anticipar la lectura de las páginas escritas por mis congéneres y coterráneas

A fines de abril me ocurrió un milagro literario, empaqué maletas y libros y tomé un avión que diez horas más tarde me dejó en Santiago de Chile, con el fin de asistir a la Feria Internacional del Libro Zico Sur (FILZIC) en mi ciudad natal, Antofagasta. El milagro incluyó que, aunque llegáramos con dos horas de retraso, aún pudiera tomar el próximo vuelo al norte de Chile y que las nubes gorditas se aplanaran hasta dejarme ver la majestuosa Cordillera de los Andes, empinada con sus picos nevados por encima del esmog y el trajín de la capital. Pero lo mejor estaba todavía por venir, cuando esas nubes no pudieron contra la fuerza del sol nortino y desde mi puesto en ventana vi allá abajo azulear el Pacífico, enfrentándose en la eterna disputa con el Desierto de Atacama. Lo más acuoso y lo más árido en esta conversación milenaria.

Y ahora se pone mejor. Me esperaban en el aeropuerto mi mamá, mi prima y más rato se unió mi papá y toda la parentela. Comimos y conversamos en “la previa” al gran partido que me tocaría jugar en uno de los escenarios de FILZIC al día siguiente, siendo tan local pero tan afuerina al mismo tiempo, donde la mayoría de los que me conocían de antes sólo me ubicaban por mis terribles y sonoras carcajadas (me decían “Juju” en la Universidad), pero no me habían visto en rol de escritora. Creo que ni se imaginaban que esa niña inquieta y enamoradiza que solían conocer, estuviera ahora felizmente casada y fuera la madre de dos niñitos y de cuatro libros. No, eso no se lo esperaban y como buen milagro literario, todos los eventos tuvieron una hermosa concurrencia. Conocí muchísimas personas que estaban felices de tener a una de ellos representándoles mediante las letras. Amigas, como Myriam Alcayaga, la Janna (y ya sabrá por qué la nombro a ella), que vinieron al primer evento solas y continuaron viniendo a los siguientes con más y más amigas. Así creció una fabulosa red de lectura y escritura que vivirá para siempre en mi corazón. Espere, todavía hay más que contar. Fue un obsequio conocer a otras mujeres escritoras radicadas en el norte de mi país, traerme sus libros como tesoros en mi maleta, anticipar la lectura de las páginas escritas por mis congéneres y coterráneas, hasta llegar a este momento en que la niña inquieta y risueña se sienta en una mesa libre de la biblioteca pública de Carrollton, Texas, para contarles lo que ha leído.

Ridicuentos
Ridi-Cuentos

Ridi-cuentos de Aída Santelices Kostópulos

¿Se quiere sorprender? Por favor consiga esta colección de relatos escritos por Aída, una gran representante de las letras chilenas, con una bella pluma y un manejo de las acciones preciso, irá usted avanzando por estos cuentos como quién lo lleva de la mano por un laberinto, pero usted va confiado y nunca se pierde. Aída vino con Janna, a quién antes mencioné.

El título del libro me llamó la atención, pensé que todas las historias serían jocosas, pero no lo son. No falta el tema triste, como la vida. O el que indigna, como los dobles estándares con los que medimos las acciones de las féminas y los varones. Pero todos los cuentos, en su conjunto, son una armoniosa y aguda mirada a nuestra realidad –y aquí debo especificar, una mirada que a mí me retumbó hasta las entrañas porque es donde nací y crecí, la vida alrededor de la gran minería en el norte de Chile–. Aída tiene la potencia de hacernos reír y, a la vez, de hacer que nos den ganas de patear hasta la puerta. Es capaz de escribir con tono lírico y en el  siguiente episodio, con lo más coloquial. Lo destaco porque muestra versatilidad, conocimiento de su arte y técnica. ¡No es accidente, señores! Hay una intención literaria detrás y ella elije muy bien cómo contar cada ridi-cuento.

En resumen, estoy encantada y espero poder leer más de su obra. Los Ridi-Cuentos son doce relatos breves y bien construidos. Doce universos que se despliegan ante mí, doce vidas que se debaten por florecer en el desierto de Atacama, entre la roca y la faena, en una tierra agreste que tiembla y sobrevive cada terremoto, porque en Chile –y en especial en el norte- no hacemos las cosas a medias. Gracias mil, Aída, por tus propios milagros literarios y por tomarte el tiempo de ir a FILZIC y regalarme tu libro.

Sitio web: www.andreaamosson.com

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Twitter: @a_amosson

Fotografías: Andrea Amosson

Andrea Amosson
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