Una piel oscura en tiempos de odio | La Nota Latina

Una piel oscura en tiempos de odio

The nights, the starry nights se han llenado de banderas de tiempo. Generales en mármol instalados en plenos parques causando miedo, negando cambios, no admitiendo errores. Gente disfrazada con sábanas blancas y otros que andan con nada más que sus racimos. Destapados, como si fuera un trofeo lo que predican. Por momentos, apagas la televisión y las imágenes se repiten en tu cabeza – señalando cada una de las veces que gritaron “ this is our land, and nobody can take it away from us”. El miedo hace cosas terribles, por tiempo le quita el sueño a otro y otras veces hace que los pensamientos sean armas. Hoy siento que la piel es más noche de lo que es, tener miedo se ha vuelto una profesión cotidiana.

Soñé que hubo un apagón de la ignorancia y nunca más nadie volvió a decir la palabra “raza”. Todos eran distintos, con los ojos redondos como las constelaciones. Comían frutas con nombres distintos en diferentes pueblos pero nadie peleaba sobre su origen. Soñé tanto que los idiomas se conectaban, la gente del mundo se abrazaba sin saber que decían los otros. Ayer me encontré en un paraíso real, donde no había ese temor de ser, de andar, de padecer de mares, de tener familia, de cruzar puentes buscando una mejor vida, de llamar su cuerpo, su casa y religión, de nacer con un color que no dice nada sobre la inteligencia y la bondad. I was daydreaming, como lo hago todos los días cuando no me encuentro en mi realidad. Qué bueno soñar, qué bueno.

Lo malo de soñar es que uno se despierta. Acaba, se rompe. El sueño puede culminar en cualquier minuto, cuando estás abrazando a tu compañía, con los pies lanzándote de la loma más alta o cuando está más oscuro y tenebroso derrumbado hacia un precipicio. No hay predicamento para esto. Hoy, a pesar de mi mala cara no me quejo. Anoche acabó mi sueño muy pronto, ya cuando estaba escalando la victoria, pero quizás se iba a convertir en algo inaudito como esto que estamos viviendo y no sé cómo llamarle.

Me pregunto hoy si ellos también tienen sueños, una imaginación capaz de romper el racismo, uno justo y claro como el agua de un río caribeño. ¿Será que sí? Será que debajo de todos esos disparates se encuentra la Virgen de Altagracia dándole dulce de guayaba y abriéndole los cerebros. No hablándoles de religión, sino de humanidad. Tal vez estaré soñando un poco más. Pero explícame tú, ¿qué se puede hacer en tiempos de odio? ¿Cuál es la mejor medicina? Busco respuestas en las guaguas que andan rápido, en los papeles pintados de rojo que dejan abandonados en el piso, en el ruido de corazón de mi sobrino, en el tiempo que se cuaja, en la luna que aparece media naranja sin ser eclipse, en los anuncios pegados como chicles en el tren, en los vecinos que no conozco, los busco en todo y nada encuentro.

Desconectarse es fácil. Apagar el celular por unas horas, silenciar la radio, dormir por horas hasta que el hambre levante el cuerpo. Pero otras cosas son más dolorosas, queman como un meteorito buscando casa.

Sucede que uno tiene que caminar, ir al supermercado y comprar la carne para el día siguiente, ir al trabajo, ver gente, repetir rutina y ya uno nunca sabe con qué palabras humillantes se va a encontrar. No se sabe si el vecino saldrá con una barbaridad y te dirá que te vayas para tu isla. No tienes la menor idea si la doña de ojos azules que es cajera insinuará que su cabello es más fino que el tuyo. No se sabe quién denunciará la diversidad y quién matará con una mirada a otro.

Ya no confiarás en los que dijeron que en ellos sí podías confiar y que entendían tu dolor. No te juntarás con esos que no denuncian las injusticias, que duermen con privilegios. No querrás salir con los que no dicen nada y duermen con un silencio ciego, todo por su conveniencia. No gastarás tus fuerzas en eso. Ya bastante has aguantado. Estás que ya no puedes más, it’s enough.

Mirarás la televisión para mantenerte un poco informado, navegarás el internet y compararás historias que son fabricadas para vender. Leerás un poema. Recostarás tu cabeza honda encima de tu madre. Te tomarás un tecito caliente que llenará tu cara con un vapor de reposo. Pero descansarás tu vista, porque tu padre siempre dijo que mañana es otro día, y si, en eso vas a confiar, en que mañana el arte saldrá volando de tu cuerpo, con un color canela alborotado, abrazarás un sueño parecido, y créeme que lo harás realidad.

 

Fior E. Plasencia
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