Cómo enseñar a tener equilibro | La Nota Latina

Cómo enseñar a tener equilibro

Hace dos fines de semana llevé a mi hijo a un parque cerca de la casa en el cual vio un grupo de niños mayores que él montando bicicleta. Los ojos le brillaron y decidido me miró y me dijo, “Mami, quiero quitarle las rueditas de bebé a mi bici“. Una corriente eléctrica me recorrió el cuerpo ya que entre todas las cosas que mi hijo me heredó está mi falta de equilibrio.

Cuando llegamos a la casa, mi esposo removió las rueditas de apoyo de la bicicleta mientras el niño se ponía el casco de Capitán América. Se montó en la bicicleta y luego, sin darle ninguna instrucción, mi esposo lo empujó con su fuerza herculina como si estuviera jugando bolos. Nuestro pequeño se fue derecho calle abajo y se estrelló contra el buzón del vecino.

“Salí corriendo a rescatarlo pero mi esposo me detuvo y me dijo firmemente, “Por favor déjanos solos“. Aunque el corazón se me derritió al ver las lágrimas de mi pequeño rodando por sus mejillas, sabía que tenía que dejarlo hacer su trabajo de papá. Me escondí en el garaje y durante los siguientes 15 minutos vi a mi pequeño estrellarse con todos los matorrales de nuestra calle”.

Al final de la lección, entró a la casa sudando y cojeando. Besé los raspones en las palmas de sus manitas y le dije que estaba muy orgullosa de él. Se tomó una ducha y vi sus piernitas cubiertas en moretones. Luego de acostarlo a dormir, salí de su habitación como una leona lista para cazar a mi marido.

Entiendo que mi esposo le estaba enseñando valor, pero en mi opinión había ido muy lejos convirtiendo algo divertido en una tortura. Mi marido se defendió diciendo que había que romper el miedo y retarlo para que siguiera intentándolo. “Te aseguro que mañana pide que lo volvamos a hacer“, dijo mi esposo con confianza. Al final de la noche acordamos seguir en desacuerdo y me fui a dormir.

A la mañana siguiente, mientras le empacaba la lonchera, mi pequeño me preguntó: “¿Podemos practicar en la bici esta tarde Mami?” Mi esposó asomó la cara desde nuestra habitación y con satisfacción me miró diciéndome “¡Te lo dije!

Cuando llegamos del colegio practicamos lo mismo del día anterior. Sin embargo, añadí algo que a su papá se le olvidó: cómo apretar el freno si quería detenerse. Practicamos por una hora y aunque se estrelló un par de veces, disfrutó a carcajadas sentir la libertad sobre ruedas.”

”Montar bicicleta sin ruedas de apoyo requiere coraje y equilibrio, tal como la vida. Si el timón se va para cualquiera de los extremos, la caída es segura”.

Después de ver las protestas en contra de la victoria de Donald Trump durante toda esta semana, me di cuenta de algo. A muchos padres de la generación del milenio–mejor conocida como  la generación de los trofeos sin mérito–se les olvidó quitarle las rueditas a las bicicletas de sus hijos. Estos muchachos (varios bien pasaditos de los 30 años) son incapaces de enfrentar contradicción o derrota.

Están acostumbrados a hacer pataletas si los eventos no ocurren conforme a sus convicciones, porque los adultos en sus vidas–especialmente los profesores anárquicos de las universidades–han perpetuado su síndrome de Peter Pan. Necesitan espacios seguros, cobijitas, plastilina y libros de colorear para lidiar con sus frustraciones. Son almas patéticas que atentan contra la propiedad privada y el tiempo ajeno, pues en su mayoría no han trabajado un día en su vida.

“Daría lo que fuera por ponerlos a todos en un corral y callarlos con un chupo”.

No tengo ni idea por cuánto tiempo van a seguir protestando. Lo que sí se es que, mi hijo seguirá practicando hasta que monte su bici a la perfección. Y mi esposo y yo le seguiremos enseñando equilibrio, aunque con diferentes métodos, pero con la misma meta: trabajar con esmero y con orgullo.

Gracias por leer y compartir.

Xiomara Spadafora
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