Amor de lejos | La Nota Latina

Amor de lejos

Melanie Marquez Adams
Melanie Márquez Adams, escritora.

Interrumpiendo el exagerado tarareo por unos segundos para así ajustar los pesados lentes, Armando se dio un respiro y miró a su alrededor con una inflada satisfacción. Era su primer día de trabajo en aquel lugar y muy contento sacaba de la caja algunos tereques destinados a dar su toque personal al estrecho cubículo disfrazado de oficina. Colocó un título amarillento sobre la pared y en el escritorio, un pisa papeles obsequiado por su madre. También sacó de la caja de tesoros, unos bolígrafos negros con bordes dorados comprados por él mismo.

No podía faltar el corcho para desplegar aleatorios retratos de su excitante vida. Lo ubicó en un lugar visible desde la puerta y comenzó a sujetar las fotos con tachuelas de colores. Una con sus padres y hermana, la siguiente en un curso con sus antiguos compañeros de trabajo, otra él solo en una playa cualquiera como fondo. Con cariño y cuidado extremo, reservaba el centro del corcho para la imagen más importante, la más especial, aquella de una muchacha de belleza nórdica que parecía haberse escapado de las páginas de un cuento de hadas.

Foto: www.pixabay.com
Foto: www.pixabay.com

Todas las personas que entraban a darle la bienvenida se fijaban en la blanquísima y rubia muchacha y con un tono enconoso preguntaban: “¿Esa es ‘tu’ novia?” Desplegando su dentadura torcida y empujando los lentes que insistían en resbalar por la grasienta nariz, Armando les contestaba que sí, que esa era su novia a la cual había conocido en un programa de intercambio en Suecia. Procedían las averiguaciones sobre donde vivía la pálida chica en aquel momento. La respuesta siempre activaba un largo “uuuy”, seguido con un “amor de lejos…felices los cuatro” y rematado por risitas maliciosas.

Entonces Armando, con su vocecita aguda, decía que no, que su caso era diferente, que su novia ya estaba arreglando todo para venirse a vivir con él a Guayaquil. Finalizaba la conversación con la historia cursi de cómo se conocieron, a la cual sólo le faltaba música a lo Celine Dion de fondo. Las personas salían de su oficina casi que levitando en un suspiro, preguntándose con nostalgia por qué no había llegado a sus vidas un amor de película. Si le había tocado tremenda suerte a aquel extraño muchacho, ¿por qué a ellos no?

A la hora del almuerzo, los colegas de Armando esperaban recibir las últimas novedades sobre su romance. Siempre que hablaba de la hermosa sueca, sus ojos parecían destellar chispitas a través de sus anticuados lentes.

Durante las primeras semanas, les decía que no faltaba casi nada para que su niña querida estuviera con él. No mucho tiempo después, llegó con la triste noticia de que por cuestiones de estudios, su novia había tenido que posponer la mudanza. Sin embargo, había comprado un pasaje a Ecuador de todos modos para visitarlo ya que la angustia de la distancia los estaba matando.

Transcurridas un par de semanas, Armado parecía saltar en una patita. Su amada ya había arribado a tierras tropicales pero la agenda estaba tan apretada, que sería imposible que la conocieran. Pasado el fin de semana, sus colegas escucharon embelesados una historia, casi que con efectos especiales, de un viaje de ensueño a la sierra en la cual, con un volcán de testigo, Armando pidió la mano de su princesa. Alrededor de la mesa en la cafetería, había incluso algunas personas de pie, que preferían no comer antes que perderse ningún detalle de la romántica escena.

recien casados
Foto: www.pixabay.com

Unos días después, apareció con ojos llorosos en la oficina debido a que su prometida ya estaba de vuelta en su lejano país y la nostalgia lo atormentaba. Sus compañeros le regalaban caras de pena y le dedicaban las palabras de ánimo del caso, asegurándole que seguro todo saldría bien.

Habían pasado menos de dos meses desde el agridulce suceso cuando en una soleada mañana, Armando sorprendió a todos en la oficina con un inesperado anuncio. Lo dejaba todo, la empresa, su familia y su país. El amor era lo más importante, por lo que había decidido irse junto a su princesa. Con algo de pesar y admiración, sus colegas le desearon buena suerte y le pidieron que los mantuviera al tanto de los pormenores de la romántica saga.

Cinco semanas después, llegó un email general donde Armando contaba con mucha ilusión sobre su nueva vida en Suecia. Describía a detalle como eran las personas, el clima, las calles, su apartamento, y la familia de su novia. Todos suspiraron con el final feliz de una historia que los había mantenido en suspenso por mucho tiempo. Cada uno escribió a su ex-compañero mensajes emotivos, deseándole lo mejor y asegurándole que lo visitarían algún día.

Al otro lado de la ciudad, el tarareo, los lentes resbaladizos y los dientes torcidos acompañaban golosos la lectura de cada mensaje. Junto a la computadora del nuevo escritorio, yacía una foto bajada de Internet esperando ser colocada en su lugar de honor sobre el corcho. En esta ocasión, la muchacha portaba ondulados cabellos oscuros y su cutis color oliva, rebosaba de belleza mediterránea. El intercambio había sido en Italia.

@AdamsLangSolut/ facebook.com/Melanie.adams

 

 

 

 

 

 

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