Comala, un sitio intermedio… | La Nota Latina

Comala, un sitio intermedio…

Elvia Marisol Gámez
Elvia Marisol Gámez, escritora.

En esta ocasión te recomendamos una de mejores novelas de Hispanoamérica: Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

En la primera frase nos encontramos con una voz joven y varonil que nos lleva a Comala:

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo”

Vemos al joven Juan Preciado, lleno de sueños infundidos por su madre, Dolores, quien le dio sus ojos para fuera a su pueblo y lo viera como ella en sus recuerdos:

“Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”

Pero el pueblo que encontró, había dejado de ser aquel por el que su madre suspiraba, se había sumergido en otra atmósfera, era un pueblo seco, abandonado, sin ruidos:

“Comala está sobre las brasas de la tierra, con decirle, dijo Abundio, que muchos de los que ahí mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija”

Pedro Paramo.www.trome.pe
Foto: www.trome.pe

“Parece que no lo habitara nadie”. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer. Miré las casas vacías; las puertas desportilladas, invadidas de yerba”

Sin embargo, el pueblo estaba aún habitado, por las voces, los ecos con los que Juan Preciado interactuó:

“Sentí que el pueblo vivía. Que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de ruidos y de voces”

“Al cruzar una bocacalle vi una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera”

“̶ Soy Eduviges Dyada, pase usted.

̶ ¿De modo que usted es hijo de ella?

̶ ¿De quién?

̶   De Doloritas

-Sí, pero ¿cómo lo sabe?

-Ella me avisó que usted vendría.

. -¿Quién? ¿Mi madre?

-Sí. Ella.

– Pero mi madre ya murió.

̶   Entonces ésa fue la causa de que su voz se oyera tan débil, como si hubiera tenido que atravesar una distancia muy larga para llegar hasta aquí. ¿Y cuánto hace que murió?”

En paralelo, la novela nos muestra al adolescente soñador y enamorado (y después obsesionado) de Susana, que fue Pedro Páramo, en uno de los trozos más bellos y poéticos de la novela:

“Los vidrios de la ventana estaban opacos, y del otro lado las gotas resbalaban en hilos gruesos como de lágrimas. Miraba caer las gotas iluminadas por los relámpagos, y cada vez que respiraba suspiraba, y cada vez que pensaba, pensaba en ti, Susana.”

Conoceremos Pedro Páramo, veremos sus reacciones ante la muerte de su padre Lucas Páramo, la manera en que se convirtió el cacique que acabó con la gente de Comala, su sufrimiento por la muerte de su hijo Miguel Páramo, un muchacho violador, y traficante, quien por cierto, en un pasaje lo encontramos confundido:

“Hice que el Colorado la brincara (una verja) para no ir a dar ese rodeo tan largo para encontrar el camino. Sé que lo brinqué y después seguí corriendo; pero, como te digo, no había más que humo y humo y humo”.

“Miguel. Debes estar muerto. Acuérdate que te dijeron que ese caballo te iba a matar algún día”

Iremos también a la Media Luna, la hacienda en la que vivió Pedro Páramo, a la que llevó a vivir a Susana, cuando por fin, se casa con él, a pesar de que se le conocía a éste como “un rencor vivo”. Desafortunadamente, su matrimonio tampoco fue como Pedro esperaba:

“La noche anterior se la había pasado en pie, recostado en la pared, observando a través de la pálida luz de la veladora el cuerpo en movimiento de Susana; la cara sudorosa, las manos agitando las sábanas, estrujando la almohada hasta el desmorecimiento”

Un evento relacionado con ella afecta mucho Pedro Páramo, por lo que castiga al pueblo:

“Porque fueron días grises, tristes para la Media Luna. Don Pedro no hablaba. No salía de su cuarto. Juró vengarse de Comala:

-Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre. Y así lo hizo.”

También sucedieron otras cosas en la Media Luna. Alojó revolucionarios de la Guerra Cristera, suceso que ubica la temporalidad y la ubicación de la novela, (finales de la década de los 20 en los ranchos jaliscienses):

“Bueno. Les voy a prestar otros trescientos hombres para que aumenten su contingente. Dentro de una semana tendrán a su disposición tanto los hombres como el dinero. El dinero se los regalo, a los hombres nomás se los presto. En cuanto los desocupen mándenmelos para acá. ¿Está bien así?”

Finalmente, volvemos con Juan Preciado. Digamos que los sucesos de la novela son narrados para él, pero, de una forma muy peculiar:

“¿Quieres hacerme creer que te mató el ahogo, Juan Preciado? Yo te encontré en la plaza, muy lejos de la casa de Donis, y junto a mí también estaba él, diciendo que te estabas haciendo el muerto.”

¿Eres tú la que ha dicho todo eso, Dorotea? Dijo, Juan Preciado

-¿Quién, yo? Me quedé dormida un rato. ¿Te siguen asustando?

-Oí a alguien que hablaba. Una voz de mujer. Creí que eras tú.

-¿Voz de mujer? ¿Creíste que era yo? Ha de ser la que habla sola. La de la sepultura grande. Doña Susanita. Está aquí enterrada a nuestro lado. Le ha de haber llegado la humedad y estará removiéndose entre el sueño.

-¿Y quién es ella?…

En este episodio, verás que el tiempo termina y vuelve a comenzar.

Ahora, ve y disfruta de la novela, entérate del desenlace, donde todo cobra sentido, vivirás la situación más enigmática y desolada de la narración donde verás a Pedro Páramo “olvidado del sueño y del tiempo”.

¿Te gustó esta síntesis de Pedro Páramo?

¿La leerás?

 

Fotos: www.revistaimprescindible.com/ www.trome.pe

 

 

Marisol Gámez Ávalos
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