¿Dónde radica tu felicidad? | La Nota Latina

¿Dónde radica tu felicidad?

Hoy en día es muy común escuchar y leer por doquier que las pausas son necesarias, pues nos ayudan a refrescar nuestra mente, recargarnos de energía y hasta a adquirir nuevas habilidades. Si bien es cierto esto que promueven los activistas del bienestar, también es verídico que no todas las pausas son espontáneas. Para bien o para mal, según como se vea (como todo en la vida), algunas pausas son casi obligatorias. Este ha sido mi caso con el larguísimo paréntesis que me tomé de la escritura.

Cambios

Durante este tiempo sin experimentar la energía de la pluma, me mudé de país, cambié de casa unas seis veces, la salud llevó a mi dieta a pasar de vegetariana a carnívora, mi cabello luce ondulado después de más de una centena de años de tenerlo liso, mi tiempo vivió el giro de trabajar en empleos que nunca antes había tenido ni imaginaba tener a dedicarme exclusivamente al cuidado de la persona más pequeña y a la vez más grande de mi mundo… ¡Uf! Sin que me quede la menor duda, ése ha sido el mayor cambio, transformación, movimiento y metamorfosis que he vivido no sólo en la pausa de la que les hablo, sino también en toda mi vida…¡Ahora soy benditamente madre! Y podría dedicar estas líneas a contarles todo lo que ha conllevado este nuevo apelativo de mí, pero prefiero ser poseída por la musa de la síntesis (que sería la única forma de plasmar de manera resumida la caóticamente bella vida maternal) en otro momento, para así hoy poder involucrarlos en esta vuelta.

Por supuesto, todos estos cambios vinieron acompañados de un torbellino de emociones en su máxima expresión, así como de nuevos rostros, de nuevos abrazos y de un cúmulo de afectos ahora más lejos físicamente, pero mucho más intensos en el alma.

Hora de levantar la pausa

Ahora que puedo y quiero, tomé la determinación de levantar mi pausa de letras en este espacio que tantas satisfacciones me ha traído. Pretendía compartirles un artículo interesante, entretenido y -¿por qué no? –enérgicamente motivador. Así que para ello, apliqué la rutina que acostumbro cada vez que voy a escribir: una taza de café con leche sin azúcar muy caliente, suave música instrumental, un poco de pranayama ¡y voilà!… Bueno, así era antes, pero debo reconocer que aunque casi milagrosamente pude conseguir llevar a cabo todos los pasos, el último -que a nuestros efectos es el más importante -no lograba materializarlo. Así que combiné el pranayama con un poco de meditación cruzando los dedos cual mudra con efectos de inspiración inmediata, ¡pero nada! Mi mente continuaba en blanco… A propósito de las pausas de las que les hablaba algunas líneas atrás, tomé una y revisé mi teléfono. Tenía ya acumulados unos cuantos mensajes de WhatsApp sin responder y otras tantas notificaciones de Facebook e Instagram. Y la verdad es que siento que no había pasado tanto tiempo desde la última vez que chequeé mi celular. A veces creo que el mundo digital se mueve diez veces más veloz que nosotros en tiempo real. ¡Y ni hablar de cuando nos inmergimos!… ¿No les ha pasado que toman su móvil sólo para contestar un mensaje y terminan revisando cuanta red social tienen instalada y cuando ven el reloj han pasado horas en eso? El tiempo vuela, ¡literal! Pero no me voy a desviar con esta realidad que todos hemos experimentado al menos una vez y que, lamentablemente, podría haber provocado que nos aisláramos de nuestro entorno, independientemente de que estuviésemos solos en la casa, trabajando en una oficina, a mitad del pasillo de un supermercado, sentados con amigos en la mesa de una cafetería o hasta en un salón de fiesta repleto de gente.

¡En fin! Después de perder la noción del tiempo recurriendo al recurso de la falsa pausa con mi teléfono, volví al teclado ¡y nada de nada! En ese momento sentí que necesitaba un verdadero despeje, por lo que –luego de abrigarme con un suéter y ponerme mis lentes de sol- salí a caminar algunas cuadras en busca de iluminación mental con algo o alguien. Disfruté de la belleza de las flores primaverales; me regocijé con el fresco viento que soplaba con fuerza; agradecí que el sol brillaba con todo su esplendor calentándome generosamente (aunque había olvidado aplicarme protector solar); un precioso gato gris me hizo compañía por casi tres cuadras. Hasta que volví a casa con la convicción de que ya tenía algo para escribir. Ya en mi hogar, sustituí el caliente café por un frío té verde con un toque de jengibre, me senté frente a la computadora, tomé unos sorbos de té ¿y voilà? ¡No, en lo absoluto! Suspiré sintiendo que mi cuerpo se había cansado y que es mentira que los 30 son los nuevos 20, sobre todo si pasaste casi toda la noche en vela acurrucando a tu pequeñín. Eché mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos y, casi dormitando, tuve la certeza de lo que quería hablarles. ¡Lo había encontrado! ¡Lo había encontrado!

Y es que después de pretender que una rutina de forma automática me inspiraría o que buscando afuera podía encontrar algo valioso que compartir, caí en cuenta de algo en lo que siempre siempre siempre debemos detenernos  más que a reflexionar, a vivir:  ¡nuestro valor, nuestra alegría, nuestra paz, nuestra belleza y nuestra fuerza están dentro de nosotros! Nos pasamos la vida buscando en el camino la fuente de nuestra felicidad en el trato que nos dan los otros, en el dinero, en ascensos profesionales, en erradicar la vejez, en los viajes…, cuando realmente ésta depende de nosotros. Ser feliz no es una condición, es una decisión. Así que hoy, en medio de este agradecimiento profundo que me embarga por la reapertura de esta ventana a través de la cual siento que me asomo y nos abrazamos, les invito a conectarse consigo mismos y descubrir cuán valiosos son. Y no estoy hablando de meditación (práctica que igual creo que es maravillosa), sino en aprender a ver hacia nuestro interior en cualquier momento y encender esa luz que podemos ofrecerle a este consternado mundo. Dios nos creó maravillosamente únicos e irrepetibles. Valorémonos como tal viviendo con la certeza de que nuestro rededor no nos define. Somos nosotros quienes podemos construirnos un entorno ideal desde el agradecimiento, la humildad y la esperanza.

 

 

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Albelidys Guzman
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