El amor eterno de las hermanas Lucila y Faustina | La Nota Latina

El amor eterno de las hermanas Lucila y Faustina

El sábado pasado me enteré de un desgarrador caso de la vida real que parece ficción. Dos hermanas inseparables según recuentos de sus familiares–Lucila vivía en Bogotá y Faustina en Ft Lauderdale–se despidieron de este mundo en las circunstancias más inexplicables con solo unas horas de diferencia.

La menor de las hermanas, Lucila, había sufrido una aneurisma cerebral el jueves 11 de enero y se encontraba en coma inducido. En vista de la gravedad de la situación, la hermana mayor, Faustina, viajó de Estados Unidos hacia Bogotá el miércoles 17 de enero para estar con su familia, mientras su hija y tres nietos se quedaron en la Florida.

El jueves 18 de enero los médicos declararon que Lucila tenía muerte cerebral y no había nada más que hacer. Estando aún en el hospital, Faustina llamó a su hija a Estados Unidos a contarle la triste noticia. Mientras la hija consolaba a su madre, ésta se quedó callada dejando la línea telefónica abierta.

De repente la hija comenzó a escuchar unos gritos confusos y desesperados hasta que la comunicación se cortó. Unos minutos más tarde recibió la peor de las noticias: su madre había muerto súbita e inexplicablemente. La hermana menor murió por causas naturales al día siguiente.

El sábado temprano hablé con la esposa de mi primo para darle el pésame por la muerte de sus tías y me sorprendió con lo que sus familiares decían. Según ellos les parecía que Faustina hubiera venido a ayudar a morir a Lucila. “Es como si le hubiera dicho, ¡tranquila hermana, vámonos juntas! Mejor dicho, se murió de amor“.

Esta historia me estremeció por dos razones. La primera y con la que me identifico plenamente, es el terror de recibir una noticia sobre la salud de mi madre estando lejos. Vivir a distancia de mis seres más amados es una decisión de vida que se hace más difícil con el paso de los años.

Y la segunda, es el poder del amor fraternal. Mi madre es la segunda de siete hermanos y desde su temprana juventud, siempre ayudó con los gastos de la casa para asegurarse de que sus hermanos menores pudieran estudiar. Durante toda mi vida me ha demostrado, con ejemplo, que siempre está lista para dejarlo todo a un lado si alguno la necesita sin pedir nada a cambio ni juzgar sus razones.

El amor fraternal es el que llena el vacío causado por los padres. Bien sea como consecuencia de un divorcio o abandono, o por simple falta de atención. Con frecuencia, en las familias numerosas los hermanos mayores asumen roles de autoridad que los menores respetan o retan. Ahí radica la importancia de este lazo familiar. Cuando los padres se ausentan los hermanos se quedan.

Aunque soy hija única crecí al lado de mis tíos y cuando era niña alardeaba que tenía un hermano de 15 y una hermana de 17 años–los hermanos menores de mi mamá. Un día mi profesora de preescolar le preguntó intrigada a mi mamá cuántos años tenía, pues no podía creer que siendo tan joven tuviera dos hijos adolescentes. Ya no soy una niña pero los quiero y hablo de ellos como si fueran mis hermanos.

El amor de las hermanas de este relato contradice los aberrantes celos de Caín en contra de Abel. La nostalgia por su partida permanecerá en el corazón de sus familiares, pero el consuelo de que hayan podido estar juntas en sus últimas horas tal vez compense su ausencia. Como la canción de Juan Gabriel, el amor de estas hermanas fue un amor eterno.

Descansen en paz.

Twitter: @xiospady2008

 

Xiomara Spadafora
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